Editorial 31 julio 2022

Decía Santo Tomás, cuando reflexionaba sobre cuestiones políticas, que era imposible que el bien común de la nación funcionase, si los ciudadanos no eran virtuosos, al menos aquellos a quienes competía mandar.

No le faltaba razón a tan ilustre santo y bien que lo sabemos los españoles. Basta con saber la clase de "virtudes" que alberga la clase de los mandamases actuales, para entender los problemas que nos aquejan hoy en día.

Ahora bien, puestos a hablar y hacer crítica de dichos mandamases... ¿Somos acaso conscientes de quiénes son los que en realidad llevan las riendas? Una gran mayoría de españoles no parece tenerlo muy claro, atrapados en todo ese circo del mero y vulgar politiqueo con el que nos bombardean los medios a diario.

Recientemente hablábamos de la gran cantidad de tiempo que la televisión pública aragonesa dedica a servir de altavoz a los políticos más destacados de Aragón. Lo curioso es que si uno decide perder un solo minuto en escucharles, la inmensa mayoría no dice más que las obviedades de siempre y en definitiva, poco difieren unos y otros en el modelo de sociedad que conciben y en las políticas por las que apuestan. A nivel nacional sucede otro tanto. En definitiva: los mismos perros, con distintos collares.

Pero hay una fecha que todos deberíamos grabar a fuego en nuestro pensamiento. En septiembre del año 2015, la Asamblea General de la ONU aprobaba lo que se denominó Agenda 2030 para el desarrollo sostenible. A riesgo de ser redundantes, es imprescindible entender lo que significa para poder comprender todo aquello que nos afecta. Amparados en ese supuesto valedor que es la ONU, una serie de élites financieras que son las que realmente deciden, nos imponen sus políticas y manejan a su antojo a la mayoría de la clase política, usando dicha Agenda como un ariete, pero suavizando las formas de tal manera que encima parezca que nos están haciendo el favor de nuestras vidas, mientras nos sumen en la peor de las tiranías.

Cada vez son más, afortunadamente, los artículos y libros que ahondan en esa visión de la realidad concebida como la lucha entre soberanía contra globalismo, que no es sino la lucha entre civilización y barbarie o incluso, si generalizamos más, la lucha del bien contra el mal. Álvaro Rodríguez Núñez a través de su libro "Soberanía o servidumbre: la glebalización del siglo XXI" explica perfectamente esta lucha, destacando algo que todos tendríamos que tener presente: que sin soberanía no hay democracia. Es así de sencillo.

Posiblemente sea el tema del "cambio climático" el que genere las mayores embestidas del globalismo en los próximos años. El bombardeo es y será constante. Ya nos lo advirtió Walter Lippman cuando expresaba que " la opinión pública se consolida mediante la cristalización de concepciones estereotipadas dotadas de una considerable carga emocional".

El Periódico publicaba el pasado día 27 que el cambio climático es el responsable del aumento de ahogamientos. Esa era el parecer, una de las conclusiones a las que se llegaba en el Día Mundial para la prevención de Ahogamientos celebrado en Gran Canaria. En esa misma línea, también se echa la culpa de los incendios no a los pirómanos ni a la mala gestión forestal, sino al mantra del famoso cambio.

Lo que no debemos tomarnos a risa es el cariz que irán tomando los acontecimientos. Hace pocos días, activistas climáticos pegaban sus manos en un museo florentino a la cubierta de "La primavera" de Boticelli. Ya vemos lo que significa el arte con mayúsculas para esta clase de fanáticos. De ahí a un mayor uso de la violencia hay simplemente un paso. ¿Terrorismo ecologista? No tardaremos en verlo.

Como si además fuésemos imbéciles, la propaganda nos la cuelan de la forma más pueril posible: "Apagar luces, abrir ventanas por la noche y bajar termostatos" nos recomienda la ministra de Transición Ecológica, como si no lo llevásemos haciendo toda la vida. O no ponernos corbata, como recomendaba Sánchez hace un par de días, con la caradura y cinismo que le caracteriza. No tardó ni 24 horas en volvérsela a poner en su visita a Serbia. Pero esto es solo el principio. La excusa del cambio climático justificará cualquier canallada, y por supuesto, conllevará una imparable creación de nuevos impuestos "verdes" con las que sablear al personal.

Como una cosa es predicar y otra dar trigo, mientras nos recomiendan ahorro y austeridad, el gobierno tiene otras prioridades, tales como las absurdas y carísimas campañas del ministerio de Igualdad o el escandaloso contrato de RTVE, cadena pública, con el polifacético Xavier Sardá, quien se llevará 7.000 € por programa que pagaremos entre todos los que trabajamos para sacar adelante negocios y familias, mientras los manirrotos del gobierno despilfarran en esta o en otras gansadas, millones de euros de dinero público que tanto nos cuesta ganar a quienes trabajamos.Todo ello, eso sí, por nuestro bien.

José Luis Morales