21 de enero de 2024
Robespierres del siglo XXI
Si hay una técnica que los perros del sistema utilizan hasta la náusea es la de la continua difamación. No hacen nada gratuito ni porque sí. Se trata lisa y llanamente de difamar al adversario para desacreditarlo a ojos de todos, para que así la población considere que solo ellos son la única alternativa posible, dando siempre por bueno todo lo que ellos hagan.
Esto es lo que permite al sistema perpetrar canallada tras canallada sin que su credibilidad apenas se cuestione. Teniendo en sus manos un despliegue de medios tan descomunal como el que tienen, concentrados en muy pocas manos, es prácticamente imposible combatir sus felonías y denunciar sus prácticas. De esta forma, gente que es capaz de pasarse la soberanía de las naciones por el forro como Bill Gates o George Soros, son por el contrario presentados como auténticos y abnegados benefactores de la humanidad sin que se les caiga la cara de la vergüenza.
Así que en cuanto surge una voz discordante, una simple y sencilla voz capaz de cuestionar el discurso oficial de cualquiera de los temas de actualidad, aparecen los tontos útiles del sistema lanzándose a degüello contra la disidencia y tildándote de inmediato de fascista, retrógrado o más en estos tiempos, negacionista, que es el subterfugio que han colado a la opinión pública y que les posibilita ejercer de fieros censores, cuál Robespierre en pleno éxtasis revolucionario, esa época que cualquier régimen de corte liberal tiene en un pedestal como origen de las democracias actuales y que fue curiosa pero acertadamente denominada "época del terror".
No pudieron haber elegido un nombre más veraz y certero. Posteriormente surgirían los marxistas quienes, presos de la envidia que siempre les ha caracterizado, reivindicaron un lugar preeminente en todo lo relativo al terror, copando las principales medallas en lo que a masacrar poblaciones enteras se refiere y dejando un reguero de sangre que todavía dura en determinados países.
En lo que respecta a nuestra machacada España, son tantos los frentes abiertos a los que tener que atender que a veces es normal que surja la desesperación y el abatimiento para todos aquellos que entendemos que el sistema no funciona y lo que es peor, que nos está arrastrando por la vía del auto-suicidio a un abismo del que será muy difícil escapar.
A toda la amenaza globalista que se cierne sobre lo poco que queda de nuestra soberanía y de nuestras libertades, hemos de añadir una amenaza secesionista cuyos principales protagonistas se vanaglorian de tener cogido por las pelotas al mismísimo presidente del Gobierno, un tipo cuya vanidad puede dar al traste definitivamente con lo poco que nos queda.
Por si no fuera suficiente ser acometidos por los enemigos de España desde dentro y desde fuera, nos toca también lidiar con un guerracivilismo traído por Zapatero bajo al brazo e implantado en el ADN de millones de españoles. Cualquier cuestión por nimia que esta sea, nos acaba enzarzando en dos bandos irreconciliables.Todo ello, por supuesto, sin olvidarnos del avance de esa sustitución poblacional que en Europa avanza poco a poco, sin prisa pero sin pausa, más por culpa de nuestras miserias, complejos y falta de principios que por mérito de ellos. Ya decía el europeísta Jean Thiriart que uno no se presentaba en Salamina o Maratón con un ejercito de consumidores. Ahora no seríamos capaces ni de eso, salvo que coincidiera con las rebajas o el "black Friday" que no es sino la enésima jaimitada anglosajona que se nos ha colado así como quien no quiere la cosa.
Son, desde luego, malos tiempos para la lírica. En esta gran nación que viera nacer a una Isabel de Castilla, a un Cervantes, a un Blas de Lezo y a tantos y tantos héroes y heroínas que engrandecieron el nombre de España en su momento, tanto en el plano político, el militar, el religioso, el social o el cultural, cunde de manera pasmosa un engrandecimiento de lo material, de lo relativista, de lo superficial y de lo cutre, insertado por medio de unos medios de comunicación que son en su gran parte basura y por un sistema educativo que lleva décadas herido de muerte como el Titanic pero sin músicos que deleiten los momentos finales.
Hemos comenzado hace escasos días un nuevo año y desde nuestra asociación queremos redoblar esfuerzos en esa tarea de lucha cultural que nos hemos auto-impuesto, preocupados por esta deriva.
Es hora de evaluar lo conseguido hasta ahora y marcarnos unos objetivos muy claros y concretos. Solo a base de tener unos principios muy claros y grandes dosis de voluntad y perseverancia conseguiremos darnos a conocer a todos aquellos españoles que consideran que la lucha cultural es estrictamente necesaria. De lo contrario, corremos serio peligro de enquistarnos y de seguir enviando los mismos mensajes a aquellos que ya están convencidos como nosotros de su contenido. Y es que la lucha patriótica del siglo XXI será popular y social o no será.
José Luis Morales