20 de octubre de 2024

Despertad conciencias

No pareció irle muy bien a la candidata "demócrata" a la presidencia de los Estados Unidos, Kamala Harris, en la entrevista concedida esta semana a la cadena Fox News, precisamente cuando las encuestas no las tiene a su favor, a escasos días ya de las elecciones a la Casa Blanca.

En dicha entrevista, cara a cara con un periodista inalterable y dispuesto a poner toda la carne en el asador, como es Bret Baier, la Harris acabó perdiendo los papeles, sorprendiendo con unas evasivas patéticas, infantiloides y simplistas y demostrando que, a este tipo de politiquillos progre-globalistas, en cuanto los sacas de esa zona de comfort como es ese enorme despliegue de medios que los cobijan, acaban quedando peor que Cagancho en la plaza de Almagro y pidiendo con insistencia la hora.

Aquí en España tenemos un caso parecido: un presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, enfangado hasta el tuétano por una corrupción que invade todo lo que toca y que sigue ahí, impertérrito, como si no fuera con él la cosa, haciendo lo que sea con tal de no dejar el poder, pero, claro está, protegido por toda una serie de medios que no le son en absoluto hostiles, dispuestos a bailarle el agua hasta el día que la cosa se vuelva irrespirable y el ególatra caiga por su propio peso, no por "Maduro" sino por podrido.

Es necesario recordar, sobre todo al votante del PSOE, que si llegó Pedro Sánchez a la presidencia, fue tras una moción de censura contra Rajoy, a quien acusaba de chapotear en la corrupción. Resulta evidente que el PP no es precisamente un partido que pueda abanderar la lucha contra una corrupción en la que se ha visto envuelto en numerosas ocasiones, pero lo cierto es que, si nos atenemos a la historia, en lo que respecta a la corrupción a gran escala, el PSOE lo lleva tatuado en su mismo ADN. ¿Abrirá los ojos de una vez un porcentaje significativo de votantes? No lo creo. Como dijese en su día Ricardo Flores, un revolucionario mexicano: "nada es más desalentador que un esclavo satisfecho".

Por eso, esta clase de políticos, usando como mamporreros a todo ese ejército woke al que movilizan cuando lo necesitan, insisten machaconamente en cargar a sus rivales con todas esas etiquetas denigrantes, destinadas a generar en esa parte del pueblo al que no consiguen engañar, un sentimiento de culpabilidad que lo inutilice por completo y, sobre todo, para impedir debatir de tú a tú con unos rivales que, en igualdad de condiciones, no tendrían ni para empezar, logrando así, con esta estigmatización del adversario, imponer su hegemonía política, económica, social y cultural. ¿Acaso piensan que si la gestión del gobierno fuera mínimamente plausible, recurrían al tema Franco ad náuseam con el fin de contentar a sus votantes?

Lo que resulta increíble es ese grado de hipocresía camaleónica que caracteriza a este tipo de políticos, llámese Sánchez, Macron, Harris o la mismísima Úrsula von der Leyen, que aboga ahora en favor de la propuesta de Meloni de trasladar inmigrantes a centros fuera del ámbito de la Unión Europea, cuando hasta hace cuatro días, como quien dice, consideraba esas propuestas inadmisibles, fruto de las retorcidas mentes de la llamada extrema derecha.

¿Supone ello que Úrsula y compañía han cambiado su postura respecto a la invasión migratoria? Ni un ápice. Simplemente han constatado que las fuerzas opositoras a esta invasión avanzan imparables en toda Europa y eso puede suponer, lisa y llanamente, que las poltronas en la que están sus traseros pueden variar de ocupantes. Así lo mantiene Samuel Vázquez, de "Una policía para el siglo XXI", cuando explica que el discurso político sobre inmigración cambiará sólo cuando la clase política vea peligrar su puesto.

En lo que respecta a la propuesta de Meloni de llevar a los inmigrantes ilegales a determinadas zonas de Albania, no deja de ser un mero parche, aunque por algo se empieza. La cuestión es evitar que de forma descontrolada y masiva, miles y miles de personas de las que desconocemos todo, incluidas sus intenciones y con una cultura que es absolutamente incompatible con la occidental, continúen llegando a suelo europeo, organizados a través de mafias, máxime cuando las principales corporaciones y élites económicas mundiales llevan en su agenda esa movilización masiva que les supone, por un lado, abaratar de manera perpetua la mano de obra y por otro, no menos importante, convertir la población de Europa en un conglomerado multicultural sin arraigo y sin unas raíces claras.

Bajo ningún concepto debemos dejarnos engañar. Ese mundo "megachupiguay" promocionado por el globalismo y sus múltiples empresas y del que nos hablaba ya Zapatero en su Alianza de Civilizaciones, no existe, de la misma forma que en la Edad Media no existió una armonía entre las famosas tres culturas que se encontraban en la península. Solo un iluso puede esperar que traigan gente sin más, sin ningún tipo de arraigo y de una cultura diferente y esperar que la cosa funcione.

Quizá nuestra función, la de todas aquellas organizaciones que defendemos la soberanía nacional frente al globalismo y esa inmigración masiva que dicho globalismo trae consigo, sea la de despertar las conciencias de nuestros compatriotas y sobre todo, la de nuestros hijos, plantando una semilla que en su momento brote con el fruto deseado. Al fin y al cabo, la Reconquista se extendió varios siglos, pero terminó de la mejor manera posible. Así que no perdamos ni la esperanza, ni la fe ni la voluntad.


José Luis Morales