10 de septiembre de 2023
Las dos invasiones
Muy indignadas estaban estos días las redes sociales a cuenta de las negociaciones para un posible gobierno en los que PSOE y Sumar no hacen asco alguno a la negociación con partidos separatistas. En el colmo de esta soez irresponsabilidad, hemos visto a Yolanda Díaz, la mar de contenta de verse cara a cara con un prófugo de la justicia llamado Puigdemont, quien por cierto tiene de izquierdista lo que Rubiales de cartujo.
De todos son conocidas las amistosas relaciones que la izquierda woke española mantiene con todo aquel que busca la disolución y ruptura de España. Igualmente sabemos que Pedro Sánchez es capaz de vender a su madre a cambio de perpetuarse en la poltrona. También es odiosa esa tendencia en el PP de Feijoo a quedarse entre dos tierras, como los Héroes de Bunbury, con tal de no ser señalados como "fascistas". Pero no tendríamos que rasgarnos ahora las vestiduras si hacemos un simple ejercicio de memoria.
Porque lo verdaderamente grave no es que se esté negociando la futura gobernanza de España con golpistas, sino que el régimen en el que nos encontramos consienta dicho golpismo y lo cebe cual gorrino antes de la matacía. Conociendo este detalle es más fácil indignarse al recordar que todos los presidentes de esta falsa democracia emanada de la Constitución han negociado siempre con separatistas sin tener reparo alguno en engordar a la bicha separatista a cambio de sacar adelante sus presupuestos. Esa es la pura verdad.
Hay otras noticias, sin embargo, que pasan prácticamente de puntillas y que debieran indignarnos también de la misma forma. Esta semana pasada, la empresa Saudí Telecom, del grupo saudí STC Group, compraba el 9,9% de las acciones de Telefónica por una cantidad estimada de 2100 millones, convirtiéndose en la mayor accionista de la empresa. Igualmente, corren rumores de una próxima desaparición de la marca SEAT, ahora en manos de Volkswagen.
De esa forma, poco a poco, pero paso a paso, todas aquellas empresas estatales, muchas de ellas creadas durante el franquismo con el fin de que los sectores más estratégicos estuviesen en manos públicas, han ido paulatinamente pasando a manos privadas o desapareciendo: Endesa, Ensidesa, Hunosa, Astilleros Españoles. ¿Los responsables? Miren quienes forman parte de los consejos de administración de dichas empresas y lo verán todo más claro.
Somos un país que cada vez produce menos, con una descomunal deuda que nos ata de pies y manos y con una importante parte de nuestro capital controlado desde fuera. Un ejemplo práctico: Cristina Martín en "Los dueños del planeta" nos ofrece una lista de todas aquellas empresas españolas en las que participa BlackRock con un capital superior a los 42.000.000 de euros: Iberdrola, Repsol, Red Eléctrica, Enagás, Naturgy, Banco de Santander, BBVA, CaixaBank, Banco de Sabadell, ACS, Ferrovial, Grupo Prisa y Atresmedia. ¡Y nosotros preocupándonos por un pico a destiempo!
Como no hay dos sin tres, a la amenaza de un gobierno felón que negocia de tú a tú con los enemigos internos de España y al expolio de nuestra riqueza desde el exterior, debemos añadir ese otro expolio cultural y humano como es el de la inmigración convertida en una total sustitución.
Decía acertadamente hace unos días Enrique Ravello que la mundialización consistía en dos invasiones: la del gran capital internacional por arriba y la demográfica tercermundista por abajo, pero financiada, a su vez, por la primera. No debemos perder de vista ninguna de las dos.
Y es que tal y como se puede observar en otros países, esa fórmula globalista multicultural del "melting pot" no funciona absolutamente en ninguna parte donde se aplica. Cada calle, cada barrio y cada ciudad que acaba sucumbiendo a la mundialización, acaba convertida en un guetto sometido al imperio del lumpen extranjero y termina alejada de cualquier atisbo de legalidad, donde ni siquiera la policía se atreve a entrar.
Así que tratemos de centrarnos de una vez en todo aquello que de verdad nos tendría que interesar, haciendo caso omiso de lo que la prensa canalla nos pone delante de los ojos con el único fin de asegurarse que seguimos en un estado de idiotez supino. El otoño se presenta caliente y tenemos una revolución cultural que acometer. Sí, asumamos de una vez que los cambios que España necesita simplemente para sobrevivir no vendrán de tranquilas y tediosas jornadas de reflexión previas a convocatorias electorales, sino de lograr un total y absoluto cambio de mentalidad en miles y miles de compatriotas que a día de hoy no saben aún por donde les pega el aire pero que serán imprescindibles para poder revertir una situación que hace tiempo se nos fue de las manos, todo por ese afán acomodaticio que tenemos ahora los españoles de esperar sentados a que otros arreglen un desaguisado fruto de nuestra completa dejadez.
José Luis Morales