Editorial 4 Diciembre 2020

El colapso de Occidente

Esta semana el periodista Luis del Pino presentaba en Zaragoza su libro "La dictadura infinita", acto en el que estuve presente. En dicha presentación, el autor aseguraba, cosa en la que estoy completamente de acuerdo, que Occidente no estaba en peligro de colapso, sino que dicho proceso ya estaba en marcha. Sobre el origen de dicho proceso, que él data tras la caída del Muro de Berlín, tengo una total discrepancia con su hipótesis, pero eso es ahora lo de menos.

En este proceso de descomposición y decadencia por la que atravesamos, uno de los aspectos en los que nuestra lucha es crucial es en el plano cultural. Es notorio que en dicho ámbito, llamémosle cultura oficial, el desprecio hacia todo lo que suponga ensalzar la grandeza de España, un tema sobre el cual podríamos generar infinidad de películas, es total. Este desprecio, no obstante, obedece a la pleitesía que rinde dicho mundo hacía el modelo globalista imperante, pleitesía que además conlleva cuantiosos dividendos por la vía de la subvención. Luis del Pino tiene por ello muy presente, aquí volvemos a coincidir, la importancia de servir a un amo para todo aquel que quiere vivir sin apreturas ni estrecheces.

Fruto de este necio servilismo que impera en este mundo de culturetas y estómagos agradecidos de la farándula, domesticado como digo a golpe de talonario, podemos entender, a modo de ejemplo, el completo ninguneo y silencio de esta cuadrilla de la cultura oficial a cuenta del aniversario del asesinato del gran autor teatral Pedro Muñoz Seca.

No hace falta explicar la causa de este desprecio, ya que todos sabemos el porqué. Recordar aunque sea por unos segundos la memoria de quien murió fusilado por milicianos del bando republicano choca frontalmente con esa visión unilateral que el gobierno ha impuesto vía ley, ese famoso mundo de malos y buenos que esconde el vil deseo de reescribir la historia.

Sin duda este mundo de la cultura terminará por recoger lo que siembra. Ahí tenemos el caso de Pablo Motos, un tipo que lleva años dando el coñazo en televisión con su programa, invitando a todo tipo de famosos, nacionales y extranjeros. De repente, nos hemos enterado que Pablo Motos es un terrible y furibundo machista que lleva la tira aterrorizando a las mujeres que lleva a su programa con sus preguntas cutres y heteropatriarcales. Alguno ha dicho, en el colmo del esperpento, que dicho comunicador se dedica a "blanquear el fascismo". Todo como consecuencia de haber osado criticar a la todopoderosa marquesa de Galapagar que dicho sea de paso, buscaba la cortina de humo idónea que tapase el escándalo de las rebajas de condenas a violadores acontecida tras la puesta en escena de su ley del sí es sí.

Lógicamente esta furibunda campaña emprendida contra él ha provocado su enojo, pero ¿En qué clase de país se piensa que vive Pablo Motos? ¿No es acaso consciente de los boicoteos a Sabina, al cantante de Barón Rojo, a Nacho Cano o a los mismísimos Hombres G?

Si, los Hombres G de David Summers. En una nota que les honra, los componentes de la famosa banda ochentera manifestaban que no piensan borrar ni una coma de las letras que compusieron hace prácticamente cuarenta años, se pongan como se pongan el tribunal de arpías que desde sus parcelas de poder, claman contra todo aquel que ose pensar por su cuenta.

Con todo, volviendo a un plano más general, el mundo de la democracia occidental no es el primero ni el último régimen que caerá como recordaba también Luis del Pino en su intervención. Otros mucho más grandiosos cayeron antes. Lo interesante sería saber cuál es o cual fue, en primera instancia, la causa que llevó a la hecatombe posterior, la chispa que prendió esa reacción en cadena que les condujo a su destrucción.

¿Fue una corrupción galopante? ¿Fue la pérdida de valores? ¿Fue la llegada al poder de gente de nula valía? ¿Fue un sistema educativo desastroso? ¿Fue la maldad inoculada desde el exterior la que como un cáncer se extendió en el interior la que trajo el caos? ¿Fue un aburguesamiento acomodaticio? Miedo da pensarlo viendo como todas estas razones que se me ocurren las tenemos metidas en España hasta el tuétano.


José Luis Morales