Editorial 5 de febrero de 2023

Libertad frente a globalismo

No son pocas las veces en las que nuestra asociación ha definido su acción orientada hacia el plano cultural. Entendemos que paralelamente a toda lucha política que abogue por cambios realmente significativos en una sociedad o régimen, es no solo necesaria, sino obligatoria, una lucha cultural. Aún a riesgo de parecer demasiado superficiales o generalistas, entendemos que a groso modo lo que hay en liza en realidad, no es una lucha ya entre izquierdas y derechas, sino entre conceptos como soberanía, libertad e identidad frente al globalismo y la tiranía; o de manera más general aún, una pugna entre civilización y barbarie.

No hay más que mirar a nuestro alrededor y comprobar el grado de desmoronamiento al que está llegando la llamada sociedad occidental. Si por algo se caracteriza esta civilización, por denominarla de alguna manera, es por ser la mayor enemiga de todo lo que pueda implicar una elevación moral, de la que huye como gato escaldado, algo que consideramos imprescindible para todo aquella civilización que quiera seguir permaneciendo en la historia.

El papel de la prensa a la que hemos arreado en no pocos editoriales es absolutamente funesto, convertida en portavoz de chismes, dimes y diretes. El grado en el que mienten y tergiversan las cosas es de un cinismo apoteósico. Da lo mismo la noticia que sea, pues siempre habrá un periodistilla torticero llevando todo al terreno de lo políticamente correcto, dispuesto a soltar cualquier barbaridad con el fin de ganarse la palmadita en la espalda y el plato de lentejas que llevar a su casa.

Pero esta miseria moral no solo se da en la prensa. Salvo algunas excepciones, pocas, que como las meigas, haberlas hailas, la política, el cine, la televisión o la música, por citar unos pocos ámbitos, están inmersos también en una chabacanería brutal, nunca antes conocida.

La semana pasada el mundo del cine español, que es la mayor concentración paleo-progre del mundo de la "cultura", se reunió en Zaragoza para la concesión de unos premios denominados Feroz, esa clase de premios que ellos mismos crean para autoconcederse y colmarse de méritos.

Agradecidos deben estar, por cierto, a que la mayoría son de gusto refinado y amantes de la buena mesa, lejos de los consejos culinarios de los Garzón, Greta, Gates y compañía (la triple G) y todas sus recomendaciones a base de gusanitos y otros bichillos en beneficio del planeta. Si llegan a pedir para cenar un menú del tipo "emergencia climática" con la "ciercera" que corría esa noche por la capital maña, alguno hubiese acabado colgado de las torres de la Romareda o haciendo compañía a la estatua de nuestro Alfonso el Batallador, por nombrar simplemente algunos escenarios próximos a la celebración del acontecimiento.

El caso es que la gala no salió exactamente como se esperaba. No sé a quién se le habría ocurrido el apelativo Feroz para denominar el acto, pero está claro que acertó de pleno. Al parecer a las tradicionales Caperucitas Rojas cuya presencia es fija, se sumó también el Lobo. Para feroz, él. Fue prácticamente acabar el akelarre progre y saltar la noticia de un par de agresiones sexuales con unos protagonistas, por cierto, de lo más variopinto.

¿Acaso la intención del editorial es tomarse a chufla o blanquear este tipo de agresiones? ¡Por supuesto que no! La intención es retratar y sacar los colores a un sector al que la moralidad abandonó hace décadas cuan barato desodorante, empeñado en erigirse por encima del bien y del mal, dando siempre lecciones y señalando desde su púlpito a todos los demás y al que, mire vd por dónde, le estallan en los morros unas agresiones que solo debían imaginar que ocurrían en las reuniones de la derecha más recóndita.

Como tienen por costumbre, tiraron, para variar, de politiqueo barato. El tono, como siempre, resultó de lo más patético. Almodóvar, por ejemplo, se deshizo en elogios hacia la sanidad pública, modelo sanitario que no ha usado en su vida, porque a estos progres de salón, el contacto con el pueblo llano, sus carencias y dolencias, no les gustan en absoluto.

No faltaron tampoco determinados políticos de izquierda caviar. Ya decíamos antes que este tipo de espectáculos son al más puro estilo Juan Palomo. Lo que resulta de un cinismo e hipocresía brutal es que teniendo a determinados ministros delante y dado el cariz reivindicativo y feministoide con que gustan de barnizar estas galas, a nadie, absolutamente a nadie, se le ocurrió hacer o presentar la más mínima crítica o queja hacia una ley del "Sí o sí" que ha puesto en la calle o ha reducido condena a decenas y decenas de delincuentes sexuales y maltratadores.

Porque cuando entramos ya en el mes de febrero, la lista de violadores y maltratadores a los que ha puesto en bandeja la reducción de condenas o la mismísima libertad la irresponsabilidad de una ministra, sigue incesante, mientras la susodicha permanece en su puesto, ganando un pastizal a cambio de obsequiarnos con su incapacidad.

Pero a ninguno se le ocurrió mentarlo, no fuera que a Iceta o a Yolanda Díaz se les indigestasen los canapés. También es verdad que si en algo son unos auténticos profesionales en el mundo de la farándula, es en no salirse del guión.


José Luis Morales