10 de Julio de 2022
Tal y como publicaban estos días los medios, el nuevo engendro del gobierno de Pedro Sánchez denominado "Ley de Memoria Democrática" está ultimando sus últimos flecos, preparada para que el 14 de julio el Senado le dé el visto bueno sometido a votación en Pleno Extraordinario.
Si ya de por si resultaba repugnante el sectarismo y el odio que rezumaba la llamada Ley de Memoria Histórica que pariese Rodriguez Zapatero en 2007, más asquerosa resulta la nueva cuando sabemos que si ha salido adelante ha sido con el beneplácito de Bildu, que es la representación política que tiene la banda terrorista y separatista ETA en las instituciones.
En el colmo de la sinrazón, Bildu ha impuesto al gobierno la ampliación temporal de la ley no hasta 1978, como estaba en un principio previsto, sino hasta 1983. Bildu, con el cinismo que siempre le ha caracterizado, lo justifica solicitando además la designación de una comisión que valore las "vulneraciones" de derechos humanos acontecidos en dicho periodo de nuestra historia.
Dado que nos tenemos que la memoria de socialistas y separatistas vascos no da para mucho, nos vamos a permitir dar unos simples datos con el único fin de ayudar a dicha comisión al esclarecimiento de los hechos, no sea que la distancia respecto a aquellos años les juegue una mala pasada. Sabemos de sobras que en lo que respecta a la izquierda revanchista y guerracivilista, eso de que el tiempo lo cura todo es obvio si se trata de sus crímenes y miserias, pero se convierte prácticamente en casus belli cuando se trata de señalar a los contrarios por muchos años, décadas o siglos que pasen.
Pero centrémonos en los datos, porque es extensa la serie de "vulneraciones a los derechos humanos" tras la muerte de Franco que no deben de caer en el olvido: en el año 1976, la banda terrorista ETA asesinó a 17 personas; en 1977 asesinó a otras 11 a pesar de ser legalizada la ikurriña, la Ley de Reforma Política y la Amnistía concedida por el gobierno; en 1978 asesinaron a 64 personas y subieron a 84 el número de asesinados en 1979, año en que se les premió con el Estatuto de Autonomía.
En los años siguientes, no mejoraron precisamente las cosas. En 1980 los asesinatos fueron más aún, 93, mientras se firmaba la regulación del Convenio de las Ikastolas que a la postre les iba a permitir adoctrinar a generaciones enteras de niños vascos en el odio a España. En 1981, año del autogolpe del 23F, asesinan a 32 personas. En 1982, mientras andábamos con el Naranjito y la llegada al poder del PSOE, la cifra de víctimas asesinadas asciende a 41 y finalmente en ese año 1983 tan importante para Bildu por lo que parece, la cifra de asesinados se elevó a 44. Un año ese, por cierto, en que se incorpora el "euskera" al sistema educativo vasco en virtud del Decreto 138/1983. Enésima concesión que en ningún otro país se hubiese consentido.
Los asesinatos de ETA no terminaron en aquel no tan lejano 83, ni mucho menos. Todavía estaban por llegar los más sangrientos como los atentados en Hipercor, Vic, en la Casa Cuartel de Zaragoza o en la plaza de la República Dominicana de Madrid, entre otros. Asesinatos que por supuesto jamás condenaba Herri Batasuna que era entonces la sigla "política" que manejaban.
Como vemos, la historia de esa llamada transición que datan desde el fin del franquismo hasta la llegada al poder de Felipe González tenía un discurrir muy simple: a más muertos, más concesiones. Muertos, en su mayoría, militares, guardia civiles o policías a cuyas familias les hacían la vida imposible como si el asesinato de un marido, padre o hermano no fuese suficiente. El entonces líder del PNV, Xavier Arzalluz, lo describió en una frase muy significativa, cuando dijo aquello de "unos sacuden el árbol, para que otros recojan las nueces".
Como esta parte de nuestra historia no agrada precisamente al separatismo o incluso puede producir un molesto corte de digestión en los "moderados" del PNV o todos aquellos gobiernos de la democracia que o bien miraban a otro lado mientras ETA regaba nuestras calles con sangre o bien seguían concediendo competencias a cambio de apoyo presupuestario, las diferentes leyes educativas ya han procurado todos estos años esconder y borrar esta infamia de los libros de texto no sea que a los alumnos en vísperas de ejercer el voto les venga a la memoria qué es ese Bildu tan amigo ahora del PSOE y exactamente qué representa.
No sorprende por ello que el periodista y escritor aragonés Rogelio Alonso, se pregunte en su libro "La derrota del vencedor" si tiene sentido hablar de derrota de ETA cuando hay más de 300 atentados sin resolver, su proyecto político está en las instituciones y la organización no colabora en absoluto con la justicia. A la vista está que no se equivocaba. Mientras tanto y en lo que respecta al terrorismo y su entorno, nosotros insistiremos en lo mismo: ni olvido ni perdón.
José Luis Morales