Editorial 30 de octubre de 2022

Profanadores de tumbas

A estas alturas de legislatura, solamente un ingenuo puede pensar que la macabra hoja de ruta que los profanadores de tumbas desarrollan de esa manera tan infame, vaya a finalizar a corto plazo. Se equivocaban aquellos que pensaban que el objetivo simplemente era Franco, pero no lo serán tampoco ni José Antonio ni Queipo de Llano. Una vez desbocados estos jinetes del Apocalipsis ¿Pararán con los alzados del 36 o extenderán su inquina hasta los visigodos?

Sea por el hecho de que son malas personas podridas por el rencor, sea por el hecho de querer manipular la historia a su antojo o para camuflar su inacción y mala praxis de gobierno con el fin de contentar al sector más radical de sus votantes, la cuestión es que este bodrio revanchista denominado Ley de Memoria Democrática no parece saciarse con nada.

Cuando el partido socialista en el poder tiene poco de lo que presumir, siempre agita los "fantasmas" del pasado. Lo ha hecho desde siempre, ya que si hay dos características que lo definen desde su fundación, esas son el engaño permanente a la causa obrera y un espíritu revanchista hacia todo lo que no le rinde culto que no pocas veces ha ejercido con violencia. En el periódico "Libertad" que fundase Onésimo Redondo a comienzos de los años 30, ya lo retrataba con absoluta precisión cuando decía, literalmente: "El socialismo en el poder (...) comienza por traicionar su programa de socialización y desarticula el funcionamiento combinado de todas las fuerzas económicas por dar satisfacciones políticas, más que sociales, a sus afiliados". Vamos, que hace casi un siglo, ya los clavaba perfectamente.

Circulaba también estos días por las redes una especie de protesta que abogaba por sacar a Carrillo y la Pasionaria de donde están enterrados. Entendemos que no debe ser nuestro estilo pagar con la misma moneda vía profanación, por mucho que nos repugnen determinados personajes que hicieron del sectarismo y la violencia contra sus oponentes una forma de vida. Como dijese nuestro emperador Carlos I frente a la tumba de Lutero con gran magnanimidad "Yo hago la guerra contra los vivos, no contra los muertos". Estamos completamente de acuerdo.

Conviene recordar también que no solo el gobierno y sus acólitos son los responsables de este desaguisado revanchista. La mayoría absoluta que los españoles otorgaron al PP hace unos años, no sirvió en absoluto para dar un giro de 180° sobre el asunto, ya que Mariano Rajoy y su gobierno no movió una coma de la ley de Memoria Histórica de Zapatero que ya rompía con el espíritu de concordia que nos vendieron en la Transición.

También habría que recordar que todas y cada una de las leyes que los gobiernos del régimen perpetran desde el 78 contra los españoles y contra el más común de los sentidos, vienen refrendados con la firma del monarca. (Tanto el padre como el hijo) No seremos nosotros los que hagamos más sangre con la figura del rey, ya que problemas más graves tenemos, qué duda cabe, pero tampoco juega a favor de los fervientes seguidores de la monarquía borbónica la costumbre que tienen cuando vienen mal dadas, de tomar las de Villadiego, como hicieron Alfonso XIII o Carlos IV. No hay más que echar mano de los libros de historia.

Pero puestos a señalar otros culpables, es imperativo denunciar el lamentable papel que al menos la jerarquía oficial de la Iglesia Católica, está teniendo en este asunto, alineándose con los profanadores, bien con el silencio o incluso con cierta comprensión con una ley que beneficia única y exclusivamente a todo el bando que antes de la república, durante la misma y en la contienda civil llevó a cabo una diabólica y sangrienta persecución contra la Santa Madre Iglesia con miles de muertos, muchos de ellos de una manera horrible. El tiempo pondrá a todos en su sitio.

La ley, por otro lado, no es más que un monumento al sectarismo y la coacción. Ese sectarismo furibundo del que está impregnada la ley, es ejercido además en el ambiente universitario y también en la enseñanza primaria y secundaria, muchas veces verdaderos focos de activismo izquierdista, pero con el beneplácito del régimen, con una intensidad brutal, cercenando de cuajo cualquier atisbo de crítica.

No hay más que ver cómo explican determinadas páginas de historia a nuestros hijos, desterrando cualquier espíritu crítico de las aulas e imponiendo un pensamiento único que demoniza al adversario y lo deshumaniza por completo, poniendo cualquier disidencia o discrepancia a los pies de los caballos.


José Luis Morales