25 de junio de 2023
Pactos post electorales
Estos días atrás, diversos partidos han estado envueltos en los consabidos pactos de gobierno pensando todas las cábalas posibles y mareando como siempre a muchos votantes. Explicaba estos días Núñez Feijoo, líder del Partido Popular, que había determinadas líneas que no estaba dispuesto a cruzar, en referencia a los posibles pactos con Vox, como era la denominada violencia de "género".
En realidad, lo que el líder de los populares quería decir, aunque no se atreve, es que su formación, salvando una política impositiva diferente y poco más, no tiene intención alguna de cambiar ninguna de las políticas globalistas y de ingeniería social puestas en marcha por una izquierda a la que considera que debe rendir pleitesía y a la que le reconoce su superioridad moral.
De todos es sabido lo bien que la izquierda maneja el uso del lenguaje. Por eso, cuando la derecha se empeña en querer jugar a esa misma partida con las cartas que los otros le marcan, acaba por meterse en determinados berenjenales de los que luego es complicado salir, máxime si tenemos en cuenta el elevado número de medios y tertulianos televisivos a sueldo que están esperando la consiguiente metida de gamba para atizar de manera inmisericorde pero siempre en la misma dirección.
Por ello, no debería ser tan difícil atinar con determinados conceptos con el fin de evitar posteriores embrollos. Hay quienes siguen empeñados en confundir y mezclar el concepto de violencia machista con el de violencia de género. Son dos cosas diferentes. La violencia machista existe y ocasiona determinadas víctimas mortales a lo largo del año. Negarlo es absurdo. Igual de cierto es que no todo crimen de una mujer a manos de un hombre tiene que responder a una causa machista. Por supuesto, de la misma forma que existen crímenes machistas existen crímenes hembristas y denuncias falsas. ¿Por qué escandalizan unos crímenes y otros no?
Lo que no existe como tal es la denominada violencia de "género", término impuesto por la ideología que gusta de usar el mismo nombre. No existe porque ello supondría considerar de por sí a un sexo, el masculino, como predeterminado para el uso de la violencia y a otro, el femenino, como víctima absoluta de dicha violencia.
Es decir, se trata de tener claro que no asesinan los sexos, sino los asesinos, independientemente de su condición sexual. A diferencia de lo que defiende una parte del movimiento feminista radicalmente hembrista, no vivimos en una sociedad donde hombres y mujeres estemos enfrentados. Hablar de violencia de género es hacerle el juego al mundo "progre" y "woke" que como tantas otras veces hemos manifestado, son verdaderos expertos en crear dos bandos con cualquier tema para enzarzarnos, con el objetivo final de que en el populacho cale la idea de que solo la izquierda va a solucionar unos problemas que en realidad crean artificialmente ellos.
Con lo demás pasa algo similar. Veía Ramiro de Maeztu como evidente el que todos los males que asolaban España se reducían a uno solo: la perdida de la idea nacional. Por eso le incomoda sobremanera al Partido Popular, desde aquella remota AP que fundase Fraga, la existencia de partidos a su derecha o con una idea nacional clara y concisa. Y es que la idea de España o va vinculada a la de soberanía o no lleva a ninguna parte. Sin dicha soberanía, no eres más que un títere o lacayo en manos de otros, cuyos intereses no pueden cuadrar jamás con los nuestros ni remotamente. O estás con la soberanía o no lo estás, así que mantener un servilismo frente a la Agenda 2030, a la política exterior norteamericana y la OTAN, a la UE o al mundo anglosajón en general, no es compatible con aquello que tanto valoraba Maeztu.
¿Llegar a pactos para formar gobiernos? ¡Pues pónganle a Feijoo las cosas bien claras! Simplemente con que se terminase con el adoctrinamiento que se hace en la enseñanza, con la política de subvencionar centenares de chiringuitos ideológicos y con el arrinconamiento que se hace del español o castellano en determinados territorios, merecería la pena. Con esas tres cuestiones, ya podríamos hablar de un cambio real absolutamente necesario.
Incluyo como prioritario lo de las lenguas ya que algunos siguen sin enterarse que es precisamente a través de las lenguas cooficiales y su utilización torticera en la enseñanza y la administración, por donde se inocula el virus del separatismo, algo que hace que en determinados territorios sea prácticamente imposible tener unos buenos resultados electorales para cualquier formación que defienda lo que nos une a todos los españoles. ¡Cómo creen, si no, que una formación como Bildu consigue tener los resultados que tiene en Álava o Navarra, impensable hace solo 20 años!
Mientras tanto ¿Qué plantean desde la izquierda? Del PSOE ya sabemos que lleva en su ADN la destrucción de toda una nación. ¿Y el resto? ¿Qué trae de nuevo Sumar que no hayamos escuchado anteriormente con Podemos? ¿Cuál es esa diferencia tan enorme en toda esa amalgama de siglas vacuas que maneja la izquierda? ¿Hay algún punto concreto insalvable o solo es cuestión de que no haya cargos para todos, todas y todes?
Así pues, mientras unos y otros siguen pactando para llegar a acuerdos, seguiremos dando la batalla cultural allí donde se nos quiera escuchar, defendiendo determinados valores que no son negociables ni sujetos a pacto alguno: la defensa de nuestra soberanía nacional, de nuestra historia, de nuestra cultura cristiana, de la vida desde la concepción, de la familia tradicional y en definitiva, en defensa de la libertad de los españoles frente a la tiranía globalista que nos quieren imponer a través de engendros como la Agenda 2030.
José Luis Morales