6 de agosto de 2023

Sumisión

Decía en su momento Edmundo Burke que existía un límite donde la tolerancia dejaba de ser virtud. El marqués de Sade iba aún más allá, cuando expresaba que la tolerancia era la virtud del débil. Por su parte, el dramaturgo austríaco Arthur Schnitzler manifestaba que la tolerancia frente a la intolerancia era el peor de todos los crímenes. Damos por válidas las tres.

De un tiempo a esta parte, lo que conocemos como occidente, principalmente en su parte europea, sufre gravísimos episodios de una enfermedad que parece incurable. Los europeos nos vemos afectados por un buenismo crónico que nos lleva a tolerar todo lo intolerable y perseguir por contra, cualquier disidencia que ose llevar la contraria. Es una de tantas paradojas de hoy en día: un pensamiento oficial, políticamente correcto, que presume de tolerante, pero que se muestra rabiosamente intolerante con todo aquel que difiere, al que crucifica sin piedad enviándole al extremo más profundo del averno donde mora todo tipo de orcos y seres monstruosos autodenominados woke, verdaderas arpías y ejecutores del globalismo.

Si hay un ejemplo claro de la imbecilidad que supone en nuestra sociedad tolerar lo intolerable, no tenemos más que ver la sumisión de nuestra decadente civilización a todo lo que representa una religión avasalladora e integrista como es el Islam, que nos la "mete doblada" siempre que le brindan la ocasión.

Esta sumisión hacia el Islam no es tampoco casual. Uno de los principales objetivos del globalismo y su mundialismo es hacernos perder a los europeos y en especial a los cristianos, nuestra identidad y nuestra fe, a sabiendas de que desprovistos de esas poderosas armas, no somos más que una masa indefinida muy manejable. Justo lo que ellos precisan para poder llevar a cabo sus objetivos.

La noticia saltaba a los medios con el arranque del mundial femenino de fútbol que se está disputando en Australia: Nouhaila Benzina, de la selección marroquí, se ha convertido en la primera mujer que ha podido jugar en un partido oficial con hiyab. Absolutamente todos los medios que han tratado la noticia, incluidos los medios deportivos, españoles y extranjeros, han subrayado el hecho desde un punto de vista positivo, ya que consideran que lo logrado constituye el reconocimiento a un derecho personificado por dicha jugadora.

Sin embargo, esta reacción de la prensa no nos resulta extraña, conscientes como somos de la sumisión a sus amos a los que sirven con pleitesía. El nivel de la prensa actual es poco menos que apocalíptico. No es, por cierto, nada nuevo. En tiempos de la Segunda República, Onésimo Redondo, el caudillo de Castilla, denominaba a la prensa "gremio de ciudadanos profesionales de la discordia y eternos obstructores de la reconciliación de los espíritus". Bien los conocía , desde luego.

Tampoco debemos olvidar en este tema de la sumisión a los dictados islamistas, el escandaloso silencio de un feminismo oficial que no dice ni pío, no sea que pierda la subvención correspondiente y el curso para pintarse el "toto", entre otras tontadas que nos cuestan un ojo de la cara, quede sin la dotación esperada.

No ha faltado tampoco toda una legión de tontainas en las redes apuntando en esa misma línea, es decir, resaltando el hecho de que una mujer ha conseguido la consecución de un derecho, como es el de jugar con dicha prenda.

Nada más lejos de la realidad. Nouhaila no es sino el caballo de Troya que el integrismo islámico necesitaba para conseguir meter sus zarpas dentro de la federación Internacional de fútbol. Una vez que ha conseguido que la FIFA se baje los pantalones frente al todopoderoso Islam permitiendo llevar dicha prenda a una simple y única jugadora, el camino estará despejado a posteriori. ¿Qué nos apostamos a que en el próximo mundial femenino de fútbol todas las jugadoras de países islámicos, absolutamente todas, juegan "casualmente" con dicha prenda?

Puestos a establecer una relación entre la libertad de la mujer y el uso de dicha prenda, podemos destacar el caso de otras deportistas como la escaladora iraní Elnaz Rekabi y todos los problemas que tuvo por negarse a competir con el hiyab o el caso de la ajedrecista ucraniana Anna Muzychuk que se negó a jugar en Arabia Saudí por la sencilla razón de no aceptar imposiciones "culturales" que entendía, con toda la razón del mundo, como denigrantes por su condición femenina.

Con todo, no deja de ser curiosa una religión que los mass media trata de presentarnos como tolerante, que permite a los varones pasear por la calle con la ropa que se quiera, incluido el pantalón corto, mientras que la mujer debe ir tapada de arriba abajo incluyendo la cabeza. A lo mejor es también "casualidad" el hecho de que con las tórridas temperaturas que nos visitan en julio, superados a veces los 40°, las musulmanas no parecen tener mucho calor, dado que ninguna se lo quita.

Desgraciadamente, seguiremos actuando como avestruz que esconde la cabeza ante el peligro, ya que una de las principales características que nos definen en la actualidad es la de pensar que los problemas desaparecen si no los pones al alcance de los sentidos. No tenemos más que recordar el espectáculo que ofrecía nuestra vecina Francia, semanas atrás, aquejada también de esa estúpida tolerancia que la está llevando hacia un conflicto étnico hasta ahora desconocido y que por supuesto, terminará por alcanzarnos mientras reímos las gracias y sandeces que la prensa canalla pone a nuestra disposición para terminar por convertirnos en una legión de idiotas, felices, pero ignorantes de lo que nos espera.


José Luis Morales