15 de octubre de 2023

Alienar al individuo

Adriano Segatori, citado por Marco Scatarzi en "Ser comunidad", explica que uno de los rasgos específicos del individuo contemporáneo es su desacralización, es decir, su conversión en blanco fácil de cualquier profanación y maquinación instintiva. Esta es la razón por la que para el globalismo, como para cualquier ideología totalitaria, el control de los centros de enseñanza es fundamental dentro de una gigantesca tarea de lavado de cerebro destinado a generaciones enteras.

En un reciente artículo publicado en "Vozpópuli" titulado "El suicidio de la universidad española", Víctor Lope, profesor universitario, mencionaba la preocupación que le habían transmitido unos estudiantes acerca del rasgo inquietante de una parte del alumnado, fanatizados por ideologías climáticas, feministas y de leyes de Memoria Histórica.

Es obvio que el adoctrinamiento en las aulas es un hecho, así que aciertan plenamente dichos alumnos en su diagnóstico sobre la universidad. Me atrevería a añadir también a estos tres tentáculos, el de la ideología pro-inmigracionista, ideología que bajo el disfraz del denominado antirracismo, esconde una profunda animadversión hacia los europeos blancos a los que tratan de mezclarnos, queramos o no, además de considerarnos culpables de todos los males del mundo.

Es a través de estas cuatro patas: alarmismo climático, feminismo radical, memoria histórica e inmigracionismo, como el sistema globalista inculca su veneno entre los más jóvenes, con la insana intención de transformar los centros educativos en centros de adoctrinamiento que generen una serie de individuos, futuros activistas pero culturalmente ignorantes. Por supuesto, hay que decir que la versión que se muestra al alumnado sobre estos cuatro aspectos es únicamente la oficial, o sea, la impuesta.

Paso a paso, la inmigración extraeuropea se ha convertido en un auténtico agujero negro sin fondo. Titulaba "El País" que la llegada de cayucos a Canarias en este mes de octubre estaba llevando al límite a los centros de acogida. En esa misma línea, también las autoridades del archipiélago se quejaban de la falta de medios con que "atender" dichas avalanchas. Esa parece ser su única preocupación.

Lo que obviamente pasan por alto los medios de comunicación y por descontado, esos politiquillos que se quejan de falta de medios, es que todos esos recursos económicos y materiales que demandan y que necesitan para atender esas oleadas de embarcaciones, son recursos que no paga la clase política de su bolsillo, sino que son partidas de dinero público desviadas para atender a todo el que llega. Por lógica esta desviación de dinero contribuye a empeorar los servicios públicos de los españoles a los que se le pasa la tijera de manera inmisericorde para así poder destinar dichos recursos a atender a los que se cuelan violando repetidamente nuestras fronteras. En otras palabras, a mayores oleadas de inmigrantes, menores recursos económicos para los autóctonos. Lo ve hasta el mayor de los idiotas.

¿La solución? Como mínimo, patrullas militares en el Mediterráneo que fuercen a los cayucos a volver de inmediato por donde han venido. Es la única manera de estar a salvo nosotros y evitar que ellos perezcan en el mar a decenas por culpa de esa política buenista que decide premiar a quien consigue llegar, sin importar quien quede por el camino en este macabro juego.

No se trata, sin embargo, de un problema de recursos sino mucho más grave y nadie parece querer hacerle frente. Evidentemente los medios solo tratan el tema de estas oleadas masivas de una manera simple y buenista, insistiendo única y exclusivamente en el factor humano cuyo único objetivo es el de salvar vidas en peligro.

Por ello los medios siempre apelan a nuestra sensibilidad, ya que el humanitario es un factor con el que todo el mundo puede estar de acuerdo. El problema es que una vez terminado dicho rescate, sabemos que en vez de ser llevados a puertos cercanos y seguros, como los tunecinos, emprenden un viaje más peligroso dando un larguísimo rodeo para ser traídos a puertos italianos o españoles. Así termina el ciclo del negocio de la trata de africanos o asiáticos a los que las mafias sacan los cuartos para que determinadas ONGs culminen el viaje con mayor posibilidad de éxito.

En este punto es preciso añadir, para que así tengamos una idea aproximada de lo que ocurre en el que fuese Mare Nostrum, que barcos de rescate como Open Arms o Aquarius, no son embarcaciones públicas de salvamento, sino propiedad de la Open Society que dirige George Soros. Lo lógico entonces debería ser que si organizaciones privadas deciden acoger personas por su cuenta y riesgo, los lleven a su propiedad y que lo hagan con su dinero. Curiosamente, esa izquierda que pone el grito en el cielo cuando se subvenciona la escolarización en un centro privado de un niño, no solo no calla, sino que apoya misteriosamente dichas subvenciones.

No se trata, en todo caso, de un simple asunto entre legales e ilegales, sino de un problema de grandísimas dimensiones y mucho mayor calado. El tema daría para numerosos editoriales y artículos pero resumiremos la oposición a una inmigración extraeuropea masiva, fundamentada en cuatro puntos: uno demográfico, que implica que legal o ilegalmente es materialmente imposible meter a toda la población africana en Europa; otro cultural, que implica apostar por una sociedad del "melting pot" que no ha cuajado en ningún sitio por el choque que representa forzar a convivir culturas que son incompatibles; un problema laboral para los europeos, que ven como la llegada interminable de oleadas de inmigrantes supone para el capital disponer de mano de obra barata a perpetuidad y finalmente

un gravísimo problema de seguridad ya que se incorporan formas de vida tercermundistas, en las que la vida carece de valor, transformando nuestros barrios y calles en puntos de no retorno donde hasta la policía no puede entrar y donde deja de imperar la ley y el estado de derecho.

Este jueves, por ejemplo, Dominique Bernardde, profesor de un instituto en Arres (Francia) era degollado por un alumno al grito de "Alá es grande" Se da la circunstancia que dicho asesino era conocido como un peligroso radical islamista para los servicios secretos galos. Pero mientras los europeos no seamos capaces de echar a toda esa cámara de dirigentes pusilánimes y cobardes, incapaces tan siquiera de echar de un país a quien es conocido por suponer un peligro real, caminaremos hacia un abismo irremediable.


José Luis Morales