28 de abril de 2024
Reciclado orgánico
El Ayuntamiento de Zaragoza está implantando la recogida separada de residuos orgánicos, para lo que se están repartiendo contenedores de color marrón por toda la ciudad. Pero no serán exactamente como los que ya conocemos: para abrirlos hará falta una tarjeta que el Ayuntamiento ya ha empezado a repartir casa a casa. Hay que acercar la tarjeta durante unos segundos al lector que llevarán estos contenedores en su parte frontal y después pisar el pedal que los abre. Otra opción para abrirlos es descargar una aplicación en el teléfono móvil, el cual se conectará por bluetooth con el contenedor y permitirá abrirlo.
El objetivo es aparentemente noble, que es el disfraz que suelen usar las grandes felonías para abrirse paso. Se pretende separar los residuos orgánicos para emplearlos más tarde como abono; a fin de cuentas es lo que hacían nuestros abuelos en el pueblo pero organizado a gran escala. Hará unos cincuenta años se podía (y se hacía) emplear la basura de las ciudades como fertilizante en los campos, en unos tiempos en los que no había plásticos ni otros contaminantes en los residuos domésticos. Se llevaban periódicos y ropas viejas al trapero, metales al chatarrero y botellas al comercio que te las había vendido. No es, por tanto, novedosa ni extraña la idea.
El problema no es proteger el medio ambiente o buscar contaminar lo menos posible, que ahí estaremos todos de acuerdo. El problema es cómo quieren imponernos determinados absurdos y vendernos que es para el bien del planeta.
Porque, ¿es necesario implementar unos contenedores que necesitan una “llave” para recoger la basura? ¿acaso temen que se la roben? Hasta ahora se viene recogiendo por separado el cartón, el vidrio, envases (básicamente plástico y metales) y el resto. Para ninguno ha hecho falta ninguna llave, y sí, hay quien se equivoca de contenedor o simplemente le da igual y echa el residuo donde no toca. Pero ¿qué garantía da esa “llave” de que el reciclado se va a hacer correctamente? Lo seguirá haciendo el que quiera, como hasta ahora, sin que tarjetas ni aplicaciones de móvil remedie ni la torpeza ni la travesura. ¿Por qué no ha sido necesaria hasta ahora para el vidrio, por ejemplo, y si que lo es para lo orgánico?
Y es que parece que les guste alimentar las teorías conspiracionistas hasta el punto de hacerlas realidad: ¿Será un intento de controlar lo que tira cada uno a la basura, de espiar costumbres, de saber más de ti? Ya hace años, algún ayuntamiento gobernado por Bildu instaló unas perchas para cada uno de los vecinos del municipio en las que debían colgar la basura en bolsas transparentes, para asegurarse de que se cumplía con la reglamentación municipal y que se reciclaba correctamente. Imagínese, su basura en una bolsa transparente colgada en una pared en la calle donde la ve todo el mundo. El Ararteko, que es el equivalente al defensor del pueblo en aquellas latitudes, ya ha llamado la atención a Bildu por su manía de registrar las basuras de sus administrados.
Pero esas cosas conspiracionistas no ocurren, salvo extremistas de extrema izquierda como Bildu nadie va a meter la nariz en tu basura. ¿O si? Porque no es sólo Zaragoza, otros ciudades como Pamplona, Alicante, Gerona, Vigo o Burgos ya funcionan con este método. La organización sin ánimo de lucro Ecovidrio considera que el anonimato es una de las principales causas de la mala separación de residuos e incide en que estos sistemas ayudan a mejorar los niveles de recogida selectiva y a “desarrollar actuaciones de inspección y sanción”. Vaya, pues igual sí que van a meter la nariz en nuestra basura. En muchos casos estas tarjetas están individualizadas, en Pamplona por ejemplo hay que rellenar un formulario que solicita diferente información como el DNI, apellidos y la dirección del domicilio. En Zaragoza ya vienen directamente a tu nombre. Eso sí, en todas partes aseguran que, como en Burgos que se recogen “un nombre y un domicilio asociado”, dichos datos “no se usan para nada... No se cruzan los datos salvo que fuera necesario por alguna causa justificada de identificar al usuario”, explica el Ayuntamiento, que subraya que esta información “no se está usando más que con fines estadísticos y de forma anónima”. Pero que se puede identificar al usuario, vamos.
Y al no usuario. Porque si se puede identificar al que lo usa, también por eliminación al que no lo usa. Y si se implanta lo de “el que contamina paga” a estos niveles, se podría multar por usarlo mal… o por no usarlo. Porque residuos orgánicos generamos todos.
Otro pasito adelante de la Agenda 2030.
¿O acaso (o además) se trata de implementar un sistema mucho más caro del tradicional para hacer exactamente lo mismo que antes? ¿Cuánto cuesta montar todo este servicio y mantenerlo, qué tecnología se necesita? Dice Josué Cárdenas que seguir la pista del dinero lleva a la verdad de según que asuntos. La verdad a descubrir aquí parece que estará a medio camino entre lo tremendamente ridículo y lo groseramente malsano.
Lucio