22 de septiembre de 2024

Soberanía y libertad

Por si los problemas fueran pocos y así como quien no quiere la cosa, el gobierno de Pedro Sánchez se ha sacado de la manga un enésimo bodrio, algo que le sirve además para aparentar que gobierna en el contexto actual. Esta vez, a esta nueva entrega de sectarismo, lo han denominado "Plan para la Regeneración Democrática".

Si han visto últimamente alguna de las innumerables tertulias que adornan el circo mediático, no serán pocas las veces que habrán escuchado el consabido argumento de no entrar a criticar lo que todavía no se conoce o se aplica. Así, a priori, tiene su lógica. Lo cierto es que el plan presentado, que incluye 31 medidas que se quieren desarrollar en lo que queda de legislatura, carece de un calendario de aplicación concreto. Ahora bien, como aquí ya nos conocemos todos, nos van a permitir que nos pasemos por el forro dicho argumento, por la misma razón que criticaríamos una ley para garantizar la seguridad en los gallineros, si dicha ley llevase la firma del lobo, aún antes de entrar en vigor.

La experiencia nos demuestra que con la clase política en general y el PSOE en particular, la intención cuenta más que la letra escrita y el único propósito que se vislumbra tras este siniestro plan, es cercenar cualquier atisbo de crítica.

El objetivo de este plan y de otros similares en varios países, es dar un tinte de legalidad a la pretensión de imponer un discurso único que no admita ni una coma ajena. Dicho de otro modo, imponer una única visión de las cosas, un discurso unilateral que abarque, por otro lado, todo lo que en buena medida nos afecta: un único discurso sobre el clima, sobre la economía, sobre la sexualidad, sobre la sanidad, sobre la difusión de información, sobre la política exterior o por supuesto sobre como tratar el tema de la inmigración.

Dicen los voceros del gobierno, con esa faz avinagrada que tienen y con la hipocresía que les caracteriza, que el plan servirá para controlar los discursos de corte radical. Cabe preguntarse qué puede significar radical para un gobierno que amnistía golpistas separatistas y que es capaz de gobernar buscando apoyos en Bildu o en Sumar.

Puestos a legislar sobre "radicalismo" la pregunta que nos hacemos es obvia: ¿Qué será entonces radical y qué no? ¿Quién decidirá lo que es radical? O teniendo en mente el problema migratorio. ¿Qué ocurrirá ahora con el cambio de discurso de determinados gobiernos? ¿Si Alternativa por Alemania quiere controlar fronteras es un delito de odio y si lo pide el gobierno socialdemócrata no lo es?

Es conveniente además que dejemos de ponernos la venda en los ojos con todo lo que gira en torno a la UE. Para quienes defendemos la soberanía de las naciones y la libertad de expresión, los dirigentes de la Unión Europea son el enemigo, no un aliado frente a lo que representa Pedro Sánchez. No tenemos más que recordar cómo esta misma Unión Europea no enmendó la plana al gobierno español cuando la pandemia, aunque se estuviesen pisoteando derechos fundamentales a diario, sino que lo azuzó. De hecho, insistimos, los dirigentes europeos están encantados con un gobierno español que es capaz de aplicar, una a una, todas aquellas políticas globalistas que se presentan, sin que apenas tenga contestación en la calle, mientras nos endeuda más y más con unos acreedores sin escrúpulos que llegado el momento cobrarán su deuda sin que les tiemble el pulso.

Los gobernantes occidentales o en su inmensa mayoría, son auténticos sicarios de las grandes corporaciones que son quienes mueven a su antojo la batuta, transformando a nivel cultural, sociológico, económico y político todo lo que necesitan de acuerdo a sus intereses. Son los Soros, Gates o Fink quienes deciden, son SUS gobiernos quienes lo aplican y son SUS medios y SUS modelos educativos los que modelan la sociedad, por supuesto hacia donde ellos quieren. Vuelvo a traer a colación el caso de la pandemia, donde no pocos comprobamos atónitos, el grado de sumisión del rebaño, simplemente imponiendo el miedo como arma.

Así que cuanto antes seamos conscientes de que la clase gobernante no son la solución sino una parte importante del problema, más cerca estaremos de una solución, si es que la hay a estas alturas. Porque una de las reflexiones que debemos hacer es la siguiente: si muchos de los gobiernos de la UE o incluso la administración Biden están redoblando esfuerzos para imponer por activa y por pasiva, está galopante censura y recortes a la libertad de expresión ¿Qué es lo que se cierne sobre nosotros? ¿Qué nos depara un futuro cada vez más próximo, que necesita que previamente nos tapen la boca de esta manera?

Muy gordo tiene que ser, cuando además de la censura, ya manejan magistralmente un uso del lenguaje y la imposición de una semántica según convenga a sus intereses. Un ejemplo de manual es el del aborto. Un mundo progre al que se le llena la boca con la palabra inclusión, pero que es el primero que legaliza la total exclusión de aquellos que tienen la mala suerte de desarrollarse con una determinada malformación que le condena directamente a la muerte, precisamente porque así lo ha legalizado ese falso progresismo tan "inclusivo".

Tenemos otros ejemplos que están, por cierto, muy de moda: la manera que los medios del sistema tienen de camuflar lo que es el empobrecimiento de una cada vez mayor parte de la población, presentando determinadas carencias económicas como una moda o reto "guay". A ellos se refería expresamente en una entrevista Marc Vidal cuando decía que "el concepto empobrecimiento se ha quitado del diccionario y ha sido sustituido por la incorporación de numerosos y absurdos conceptos". ¡Cómo nos toman el pelo!

Mucho nos tememos que el uso de determinadas redes sociales para movilizar o reivindicar cualquier tipo de disidencia tiene los días contados, así que habrá que valorar otras opciones para la difusión de mensajes, empezando simplemente por el boca a boca. Es, por ello fundamental, tener claras las ideas, unos principios bien asentados y comenzar a cambiar las cosas por nuestro entorno más cercano, como son nuestras familias y amigos.


José Luis Morales