17 de diciembre de 2023

Las víctimas somos los españoles

A lo largo de esta semana que culmina hoy, desde nuestra asociación TAS RAÍCES hemos organizado una serie de actos en recuerdo de las víctimas del terrorismo, personificadas de una manera más concreta en las victimas del terrible atentado perpetrado por ETA contra la Casa Cuartel de Zaragoza en el año 1987. Tal y como explicaba en un artículo reciente, el recuerdo de las víctimas en tal fatídica fecha constituye nuestro acto central desde que naciese nuestra asociación.

Al acto de homenaje en sí que celebramos cada 11 de diciembre, añadimos ayer sábado, una jornada dividida en varias partes. Esta vez contamos con algunos invitados como Álvaro Romero, de la editorial SND, Fernando Vaquero y Martín Sáenz de Ynestrillas. Con Fernando y Martín debatimos en una mesa redonda sobre varias cuestiones vinculadas al terrorismo. Posteriormente, tomó las riendas Álvaro Romero para presentar en nuestra ciudad el libro de Jesús Longueira "ETA, ni olvido ni perdón". La jornada finalizó con una ofrenda floral al monumento a las víctimas en el Parque de la Esperanza.

He de decir que contar con personas con la calidad humana, el compromiso, la experiencia, la locuacidad y claridad de ideas de Martín Sáenz de Ynestrillas o Fernando Vaquero supone un auténtico lujo. Muchas fueron las cuestiones que surgieron en el debate. Por encima de todo lo que se dijo, me quedaría con una idea general que puso Martín sobre la mesa como es la constatación de la enorme fractura social que el terrorismo provocó dividiendo a la sociedad entre las víctimas que sufrieron las consecuencias directas y el dolor de dichos atentados y la otra parte de la sociedad, que al no verse afectada directamente por los atentados, miró hacia otro lado como si no fuese la cosa con ellos. Para Martín está bastante claro que las víctimas fueron todo el pueblo español porque la razón por la que murieron todas y cada una de ellas fue su condición de españoles.

Con el terrorismo uno tiene la sensación de que como sucede en la inmensa mayoría de acontecimientos, no ocurren las cosas por casualidad, sino que suelen obedecer a una hoja de ruta que otros han diseñado. También hay quienes aprovechan determinados actos que ejecutan otros para obtener un rédito político. Basta recordar el famoso ejemplo de las nueces y el árbol que relató Arzallus en su momento o un ejemplo claro en nuestra historia como es el caso de otro famoso y sangriento atentado, el del 11M, donde hubo quien supo sacar el partido suficiente para saber dar un vuelco electoral con total maestría y colocar en el gobierno a Rodríguez Zapatero.

Quedó evidente en el debate que existe un claro blanqueo del terrorismo y que es por desgracia, constatable, que todos y cada uno de los pasos que está dando el separatismo, está implantando el proyecto que ha defendido siempre ETA, una banda terrorista que tengámoslo claro, si ahora no asesina es porque le es mucho más sencillo y cómodo conseguir sus objetivos de otra manera.

Otro aspecto que no debe perderse de vista es el tema educativo, algo en lo que suelo insistir muchas veces. Si no es la primera trinchera donde dar la batalla contra los males que nos aquejan (la primera serían familia y amigos) sí que resulta primordial librar a las nuevas generaciones de todo el adoctrinamiento al que se les somete, mientras se le birla la cultura y los conocimientos con el fin de convertirlos en una masa de ignorantes más fácilmente manejables. En relación con la cuestión terrorista comentaba una anécdota terriblemente significativa, por experiencia personal en el ámbito de la docencia, como es la de encontrar libros de historia para escolares donde al capítulo terrorista se le dedicaba media línea y de la manera más aséptica posible. Todo atado y bien atado por los mandamases educativos con el fin de perpetuar en niños y jóvenes esta amnesia colectiva impuesta y que culminará, si no lo remediamos, con la imposición de un relato donde ETA desaparecerá por completo y en el que parecerá que jamás haya existido, máxime cuando quienes vivimos y fuimos testigos de aquella terrible época, nos hayamos marchado para siempre llevándonos con nosotros el recuerdo.

También se incidió en la jornada y es algo que quienes tenemos como valor esencial la defensa de España tenemos pendiente, es en la total despersonalización de las víctimas. Se recordó con toda la razón que quienes vivimos esa época recordamos con facilidad más nombres de etarras asesinos que el de sus víctimas, la inmensa mayoría de los cuales son absolutamente desconocidos por todos. Uno de los pocos nombres que todos recordamos es el de Miguel Ángel Blanco y las condiciones terribles de su secuestro y posterior asesinato, pero en la memoria colectiva apenas se recuerdan dos casos prácticamente similares como fueron los secuestros y posteriores asesinatos de Alberto Martín Barrios y del ingeniero de la central de Lemóniz, José María Ryan.

Especialmente clarificadora resultó la mención al poder e influencia que tiene el miedo en una sociedad. Que el miedo sea capaz de transformarnos en general de la manera que lo hace solo certifica el miserabilismo de una sociedad enferma. El miedo y el terror son herramientas útiles para conseguir determinados fines, no solo a través del terrorismo, y se convierte ipso facto, en el acelerante para la consecución de determinados planes que otros quieren implantar, algo que estamos viviendo a diario.

Quedaron algunas cosas en el tintero. Es un tema que da para muchos debates, jornadas y libros. Como conclusión final, es ineludible el deber que tenemos los españoles con las víctimas del terrorismo con el fin de no nunca caigan en el olvido a la vez que es imperativo denunciar el repugnante blanqueo que se hace de los asesinos cuyo proyecto está en las instituciones y cuya única meta pasa por destruir una nación que tantos siglos necesitó para tomar forma.


José Luis Morales