25 de agosto de 2024

No a la censura

Hace unos días eran asesinadas tres niñas en una población cercana a Liverpool. Con un modus operandi similar, un niño español fue asesinado días después en la localidad toledana de Mocejón. En el caso británico el asesino resultó de origen ruandés. En el caso español, un joven de origen español al parecer, desequilibrado. En ambos casos se daba la terrible circunstancia de que las víctimas eran niños.

A pesar de ser todos unos asesinatos terribles, la maquinaria mediática se puso en marcha desde el primer momento, aunque en direcciones claramente opuestas. Obsérvese el tratamiento radicalmente diferente dado en ambos casos: en el caso de las niñas inglesas, silencio absoluto sobre el criminal. En el caso de Mocejón, solo nos falta conocer su expediente académico. De hecho, desde el preciso momento en que los diferentes medios españoles comenzaron a darle una amplia cobertura al caso, ya podíamos adivinar que el asesino sería español.

Está claro que lo que subyace de este diferente e injusto tratamiento, es el furibundo racismo de unos medios de desinformación que varían el tratamiento otorgado al asesinato de cualquier persona, incluidos niños, en función del color de la piel del asesino. Por ello, resulta necesario recordar que estos mal llamados medios de comunicación simplemente defienden los intereses de las grandes empresas que los manejan, a los que cualquier atisbo de veracidad les produce urticaria y que han llenado las redacciones de auténticos lameculos del poder y de toda una serie de becarios-esbirros que por cierto, cada vez redactan peor.

Lo que tienen en común ambos crímenes es la inmediata caza de brujas que ha comenzado en los dos países, aunque, en realidad, son varios países más. La censura y la implacable mordaza está teniendo lugar en la España sanchista, en la Francia de "Micron", en la Norteamérica de Biden y Harris o en una Alemania cuyo gobierno habla abiertamente de ilegalizar el partido Alternativa por Alemania que, por supuesto, no para de crecer y ganar adeptos. Lo que comúnmente se denomina persecución y censura.

En todos estos casos, es fácil constatar el nulo interés que los gobiernos tienen en atajar la delincuencia y la criminalidad en nuestras calles. Utilizan para ello, toda una serie de argumentos falsos y unas estadísticas manipuladas con el fin de hacernos creer que la delincuencia está completamente bajo su control, algo que uno constata como falso, solo con saber leer entre líneas o dándose una vuelta por determinados barrios.

Como era de esperar, el Fiscal de la Sala contra los Delitos de Odio y Discriminación, Miguel Ángel Aguilar (en realidad, el gobierno), ha propuesto una modificación del Código Penal para evitar lo que denominan difusión de la xenofobia (en realidad, perseguir a quien se atreva a contar la realidad de lo que está sucediendo).

Poca sorpresa resulta también descubrir el apoyo que el PP ha brindado a esta iniciativa sectaria y totalitaria. No nos cansaremos de repetir que PP y PSOE son dos caras de la misma moneda, la del régimen, que simplemente cumplen con una función asignada: el PSOE, la de hacernos creer que defiende los intereses del obrero y el PP, la de hacernos creer que es el partido del orden, la ley y la defensa de la nación.

Especial atención habrá que tener en toda esta persecución a una posible congelación de cuentas bancarias de todo aquel que el gobierno o la UE considere como un elemento subversivo. No tenemos más que recordar lo bien que les salió ese megaexperimento de ingeniería social llamado Covid, donde se pasaron por alto todo tipo de derechos fundamentales, mientras la inmensa mayoría de la población tragaba con todo, anestesiada completamente y a merced de los gobiernos.

En cuanto al problema que hay de fondo, nuestra posición es muy clara y no negociable: no se puede aceptar de ninguna manera que los países europeos terminen convertidos social, cultural, económica y demográficamente en países tercermundistas. Los medios hablan estos días de "crisis migratoria", una manera de usar un subterfugio presentándolo como algo puntual. Pero no hay ninguna crisis migratoria. Lo que hay es un gigantesco proceso de sustitución en forma de invasión, lenta pero inexorable, propiciada por determinados grupos de poder como si fuera una Jornada de Puertas Abiertas perpetua que premia de una manera irresponsable a todo aquel que entra de manera ilegal.

Por el contrario, las cifras de los autóctonos hablan por sí solas: según Eurostat, España es el segundo país europeo con la tasa de fertilidad más baja de Europa (datos de marzo). En un contexto aún más cercano, la natalidad en Aragón ha caído un 25'6% respecto a los datos de hace una década. ¿No tendría mucho mayor sentido impulsar toda una serie de medidas encaminadas a fomentar la natalidad en vez de soportar un goteo de llegadas interminables que van a suponer un choque cultural evidente?

En fin, habrá que estar alerta. Si las leyes nos echan de las redes, habrá que volver a lo de antaño. Por ello, comparto estas palabras de Gustavo Morales sobre lo que hay que hacer, cuando dice textualmente que "no es una multiplicidad de partidos lo que necesitamos sino laboratorios de ideas, asociaciones culturales, deportivas y de vecinos, fundaciones, editoriales, emisoras, periódicos, etc. Una red increíblemente rica para la batalla cultural, para la creación de una corriente de opinión extendida".


José Luis Morales