El cerco de Numancia (2)
de Miguel de Cervantes
Continuamos hoy resumiendo la obra de Cervantes sobre Numancia, concretamente la Jornada Segunda.
Escena I.
La segunda jornada comienza con una reunión del consejo de guerra de Numancia, encabezada por Teógenes y Corabino, junto con otros cuatro numantinos y el hechicero Marquino. Teógenes expresa la preocupación por la influencia de los "tristes signos y contrarios hados" en su situación, señalando que los romanos los tienen cercados y los están destruyendo con tácticas cobardes.
También lamenta la traición de otros españoles que se han aliado con los romanos. Ante esta situación, Teógenes pide a los demás que busquen algún remedio para salir de la "desventura", ya que el asedio solo promete una pronta sepultura.
Corabino responde con su deseo de enfrentarse al ejército romano en campo abierto, donde el valor español podría prevalecer. Sin embargo, reconoce que se encuentran atrapados como "damas encerradas". Propone desafiar a los romanos a un combate singular, esperando que, cansados del asedio, acepten resolver el conflicto de esta manera. Si esto falla, sugiere romper el cerco romano por la noche y buscar ayuda de aliados.
Los otros numantinos expresan su opinión sobre la muerte. Un Primer Numantino declara que deben abrirse paso hacia la vida, ya sea por el foso o enfrentando a la muerte, considerando que la muerte es un remedio a la miseria si la vida se vuelve insoportable. Un Segundo Numantino afirma que la mayor honra es morir luchando contra los romanos. Un Tercer Numantino, impulsado por el hambre, está de acuerdo con arrojarase al foso para abrirse camino a la salvación con una daga. Un Cuarto Numantino propone que, antes de tomar cualquier decisión, se debe retar a los romanos a un duelo singular, sugiriendo que Corabino podría vencer a tres romanos.
También propone consultar a Marquino, el agorero, para que averigüe si hay algún signo que les anuncie la muerte o un final honroso. Además, insta a ofrecer un sacrificio a Júpiter para cambiar su suerte.
Marquino acepta la propuesta y afirma que mostrará el poder de su ciencia, buscando en el "hondo centro oscuro" el futuro. Teógenes se ofrece para participar en el duelo singular si se lleva a cabo, y Corabino elogia su valor y le reconoce como el mejor de todos. Finalmente, se acuerda realizar los sacrificios, oraciones y el desafío propuesto.
Escena II.
La escena cambia a una conversación entre Morandro y Leoncio, dos soldados numantinos. Leoncio cuestiona el estado de ánimo de Morandro, notando que su mente está perturbada por su "amoroso pensamiento" hacia Lira. Morandro defiende que su amor le da más razón y peso. Leoncio critica que Morandro esté enamorado en un momento tan difícil. Morandro explica que su amor por Lira no lo ha distraído de sus deberes militares, y revela que la guerra ha retrasado su casamiento. También se queja de la falta de esperanza debido al asedio, la hambruna y la superioridad numérica de los romanos. Leoncio intenta animarlo, sugiriendo que Júpiter podría encontrar una solución y permitirle casarse con Lira. Menciona que Numancia hará sacrificios a Júpiter para buscar su favor. Se apartan al ver llegar al pueblo con las ofrendas para el sacrificio.
Escena III.
Dos sacerdotes numantinos entran en escena junto con otros personajes, preparándose para el sacrificio. El Primer Sacerdote revela que ha visto señales de dolor en el camino. El Segundo Sacerdote expresa pesimismo sobre el resultado de la situación. Los sacerdotes preparan la mesa del sacrificio con vino, incienso y agua, recordando la importancia de un alma limpia para agradar a los dioses. Intentan encender el fuego para el sacrificio, pero no logran hacerlo. El Segundo Sacerdote se cuestiona el porqué el hado les impide hacer el sacrificio. Finalmente, el fuego se enciende, pero su humo se dirige hacia el poniente y su llama hacia el oriente, lo que interpretan como un presagio de mala suerte.
A pesar de las señales negativas, continúan con el sacrificio rociando vino e incienso sobre el fuego. Ambos sacerdotes piden a Júpiter que el mal de Numancia recaiga sobre sus enemigos. Sin embargo, un ruido y un rayo interrumpen la ceremonia, lo que interpretan como un mal presagio. Los sacerdotes ven a unas águilas peleando con otras aves, lo que suponen es el anuncio de la derrota de Numancia.
A pesar de las malas señales, el Primer Sacerdote decide continuar con el sacrificio, dirigiéndose ahora a Plutón, dios del inframundo, pidiendo que proteja a Numancia y que el daño que les espera sea tan leve como el viento que se lleva los pelos del carnero sacrificado. Al final del ritual, un demonio sale del suelo y arrebata al carnero, dispersando el fuego y los sacrificios. Los sacerdotes interpretan esto como una confirmación de que los dioses no están de su lado. Los numantinos lamentan su destino, reconociendo que los cielos han dado su sentencia de un fin amargo. Finalmente, se decide que Marquino intente utilizar su saber para conocer el destino de la ciudad.
Escena IV.
Morandro y Leoncio comentan los sucesos del sacrificio fallido. Morandro se pregunta si sus males tienen remedio y si podrá encontrar la felicidad después de la guerra. Leoncio intenta mantener la esperanza, afirmando que los agüeros no deben afectar a los valientes, y que Marquino podría revelar más sobre el futuro.
A continuación, aparece Marquino vestido de negro y con una apariencia extraña, acompañado por Milvio. Marquino busca el lugar donde está enterrado un joven que murió de hambre. Marquino explica que necesita un cuerpo entero para su ritual, indicando que murió por una peste que salió del infierno.
Marquino se prepara para invocar a los espíritus malignos, recitando versos a Plutón. Pide que el alma del difunto regrese para informarle del destino de la guerra, exigiendo respuestas claras sin ambigüedades. Ante la tardanza de los espíritus, Marquino los amenaza con conjuros y castigos. Utiliza agua y un hierro para demostrar su poder, y finalmente, los espíritus levantan la piedra de la tumba. Marquino amenaza a los espíritus con agua del Estigio, obligándolos a obedecer.
El alma del joven muerto aparece y revela que Numancia será destruida por sus propios habitantes y que no habrá paz. El alma declara que los romanos no ganarán la victoria, pero tampoco Numancia, pues los amigos se convertirán en sus homicidas. Tras esta revelación, el alma se arroja de nuevo a la tumba.
Marquino, desesperado por la profecía, se arroja también a la sepultura. Morandro y Leoncio reflexionan sobre lo sucedido y Leoncio insiste en que todo es una ilusión y que los muertos no se preocupan por los vivos. Milvio afirma que Marquino no habría cometido un acto tan extraño si no hubiese visto el daño futuro. Finalmente, se decide informar al pueblo sobre lo sucedido.
Os esperamos en el próximo artículo con el resumen de la Jornada Tercera.
Blas Molina